Filosofía

En el año 1999, diagnosticaron a mi padre con cáncer de recto. Mis experiencias como cuidador me dieron una idea de la importancia de una buena relación médico-paciente y me alentó el cuidado que mi padre recibió. Desarrollé una gran admiración por la capacidad de su médico para verbalizar buenas y malas noticias, sin dar esperanza poco realista ni perder la fe. Vi la comodidad que mi padre sintió cuando se la trató respetuosamente, particularmente la dignidad de que se le pidiera participar en el proceso de toma de decisiones. Fue solo cuando vi a mi padre luchar con la enfermedad que realmente aprecié el impacto que un médico puede tener en las vidas de los pacientes y cuidadores.

Hasta el día de hoy, la interacción de cada paciente, independientemente de su enfermedad, provoca un breve recuerdo de mi padre y su lucha contra el cáncer. Estos mismos recuerdos me inspiran a esforzarme por la excelencia no solo en honor a su memoria, sino también a los miles de recuerdos que mis pacientes aún deben recordar por sus seres queridos.